Era el equivalente de "cuatro, cuatro, cuatro" en ese inglés mal pronunciado entre dientes. Su forma de pronosticar que los Sixers ganarían el anillo finiquitando las tres eliminatorias por la vía rápida. Es el tipo de seguridad que da ser el primer jugador de la historia en dar el salto desde el instituto a los profesionales y haberlo hecho con tanto éxito. Moses Malone rechazó una beca de la Universidad de Maryland para jugar con los Utah Stars de la ABA, la hermana pequeña y estrambótica de la NBA. Los rivales veían en ese pívot de 19 años un objetivo fácil y encontraron una roca. En sus dos años en la liga, terminó con unos promedios de 17.2 puntos y 12.9 rebotes por encuentro.
"Ven que es joven y tratan de intimidarle. Codazos, rodillazos, agarrones, empujones... el pack completo. Pero el chaval no retrocede ni un milímetro", decía Bucky Buckwalter, su entrenador en los Stars. Y jamás retrocedió. Malone encontraba orgullo en la pelea, en el pulso subterráneo que precede a cada rebote o cada canasta dentro de la zona, ese rectángulo de pintura al que le gustaba referirse -y queda todo dicho- como 'potro de tortura'. Saltaba poco, era más pequeño que otros pívots y tenía las manos algo pequeñas, pero fue uno de los mejores reboteadores de la historia.
Jamás un jugador dominó así en la cancha desde el rebote ofensivo. Recogía la 'basura' del aro mejor que nadie (muchas veces sus propios fallos), pero además era un muy buen anotador y especialmente rápido de pies. "Es poderoso y ágil como un inmenso bailarín", decían las crónicas de un jugador al que leyendas como Hakeem Olajuwon o Charles Barkley llamaron 'mentor'. En 1979, con sólo 23 años, ganó su primer MVP con los Houston Rockets, su primer equipo NBA. En 1981 llevó a los suyos a la final, que perdieron, contra los Celtics de Larry Bird. Después de obtener su segundo MVP en 1982, se marchó a cambiar la historia de los Sixers.
Moses Malone llegó como vigente MVP a una franquicia de Philadelphia que en 1982 tenían la plantilla más completa de la NBA. Julius Erving, Maurice Cheeks, Andrew Toney, Bobby Jones... Pero en palabras del propio Erving, un equipo bonito que sólo tenía buena pinta cuando ganaba. Malone puso el fuego. Una única derrota contra los Milwaukee Bucks en la final del Este trastocó su pronóstico, pero no el final. Moses, el pívot con nombre de profeta, llevó a los Sixers hasta la tierra prometida, barriendo a los Lakers en la final, y siendo declarado MVP de las mismas. También esa misma temporada (1982/83), consiguió su tercer título de MVP de la liga regular.
Moses Malone consiguió ser el máximo reboteador de la NBA durante cinco campañas consecutivas. Consiguió esa increíble hazaña desde la temporada 1980/81 a la 1984/85.
Uno de sus increíbles récords es el que
le convierte en el único jugador de la liga en haber promediado, al menos, 20
puntos y 10 rebotes en cuatro equipos diferentes (Houston, Philadelphia, Washington y Atlanta).
Otro record que llama la atención dentro
de su increíble carrera, es el de ser el jugador que más partidos ha
jugado sin ser expulsado por acumulación de faltas. Un total de 1212
partidos sin ser mandado al banquillo por los árbitros.
Excelente artículo. Uno de mis primeros recuerdos acerca del baloncesto fueron los Sixers de 1982-83, el año que ganaron el título. Una fotografía en blanco y negro de Moses Malone como alegoría del poder absoluto. Con su llegada a Philadelphia el gran Doctor J pudo por fin obtener su anillo. Un grande.
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